La arriería y los arrieros han dejado una huella imborrable en la identidad cultural de Envigado, esta práctica fue muy importante en el desarrollo económico no solo del municipio sino también de Antioquia en general, pues esta era una de las actividades principales a las que se han dedicado los antioqueños.
Cargando sus mulas con productos que variaban desde alimentos hasta mercancías diversas, los arrieros transitaban grandes montañas con sus sombreros de caña de ala grande y un carriel en el hombro que no podía faltar.
Los arrieros se organizaban en cuadrilla conformada por el caporal o capataz, quien era responsable del viaje y la carga, algunas veces era el dueño de las mulas. Estaban los arrieros conocidos como “piones”, expertos en el manejo de la carga para no maltratar las mulas, sabían dónde parar, qué camino escoger y cuidaban que si encontraban otras recuas de mulas en los caminos estas no se chocaran. Además, manejaban todos los implementos necesarios para las jornadas de 10 o 15 días.
De acuerdo con el Centro de Historia de Envigado, los arrieros del municipio tenían un promedio de edad de 34 años, en muchas ocasiones estos personajes traían de sus correrías enfermedades contagiosas que se propagaban con rapidez debido a la realización de ferias donde se comercializaban las bestias.
Con el paso del tiempo Envigado fue cambiando su dinámica de pueblo rural a ciudad, esto se dio con la llegada de industrias con fábricas de textiles, zapatos, tinturas y alimentos.
Según lo indicó en un artículo el Centro de Historia de Envigado, fueron muchos los envigadeños que ejercieron este oficio, entre ellos parientes cercanos a hombres ilustres del municipio y también personas que después se desempeñaron como sacerdotes de la iglesia, como el padre Martiniano Velásquez García.